Momento de soledad

En lo alto de la cima, sin nadie alrededor. Si acaso el susurro del viento entre los árboles y el horizonte saludando allá donde apenas alcanza la vista. Frente a la inmensidad me siento minusculo pero gigante a la vez. Es como si la soledad me hiciera propietario de todo aquello. Nadie más reclama este reino de montañas y valles, cielos y mares. Y ese mismo silencio, esa quietud, ese momento de paz en el mundo me da la paz de mi interior. Me hace sentir parte del todo, fundido en el paisaje formando parte de él, dejando de ser pintor para ser lienzo.
Que hermoso es este mundo. Me pregunto por que le damos la espalda, por que nos hemos olvidado de él. Tan arrogantes nos hemos vuelto que creemos que podemos vivir sin sentir la tibieza del sol de atardecer o la penumbra de la luna llena? Quizás no le demos ningún valor porque sentirlo y disfrutarlo no nos cuesta nada. Y sin embargo... es lo más precioso que tenemos. En este momento: aquí, con la mirada perdida en un mar de verde y el alma colmada de plenitud me siento más yo que nunca. Subitamente todo parece tener un sentido. Quizas lo único que no tiene sentido somos nosotros mismos y al volver a encontrar nuestras raices nos sentimos como el barco errante que finalmente llega a buen puerto.
Por un momento me imagino llevando este instante a nuestro mundo. Me imagino un hermoso recuerdo, un precioso sentimiento, algo único e irrepetible, convertido en una pieza de comercio, subastado al mejor postor, promocionado y revendido una y otra vez, manoseado, etiquetado, digerido, asimilado y finalmente arrinconado y olvidado.
Que puede haber más terrible que poner precio a los sentimientos y a los sueños? Por que nos empeñamos en pagar por cosas que nosotros mismos podemos crear? Aunque la ventana sea muy grande, yo prefiero salir por la puerta y verlo con mis propios ojos. Es más incomodo, es más cansado, es más arcaico, pero sin duda es más humano.

Autor : Joan Moret

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